Era él... no, no era él. ¡Es él!... No, no es él.
Estaba cansada y agitada. Sonia no había nacido para correr. Ya había perdido la cuenta de con cuántas personas lo había confundido.
Él estaba solo. Aunque a esta altura no tendría por qué estarlo, ya que había prometido volver pronto; pero todavía no lo había hecho.
Sonia estaba triste, había comenzado a caminar sin rumbo cuando de repente lo vio. Era él, esta vez sí era él. Empezó a correr. Lo llamaba a gritos y lo seguía desesperadamente. ¿Cuánto había corrido? ¿Cuánto había gritado?
Cada vez que Sonia se iba sin decir a donde, él sabía encontrarla pero esta vez es como se ella no existiese.
Ya no podía más, estaba exhausta. Sonia estaba decida a dejar de perseguirlo cuando él de repente se detuvo.
Se animó. La había visto.
Comenzó a seguirlo y a llamarlo. Estaban muy cerca el uno del otro pero cuando Sonia lo vio cruzar la puerta, se detuvo. Conocía el lugar. Hacía ya cinco años que iba a llevarle flores regularmente a su madre. ¿Quién se había ido ahora?

Ahora lo entendía todo. Ahora sabía por qué no la veía, por qué no la escuchaba. Porque era ella quién ya no veía, quién ya no escuchaba; porque era ella quién ya no estaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario